miércoles, 28 de diciembre de 2016

El final

¡Felices fiestas! Escribo un 27 de diciembre, en esa semana rara que existe entre Navidad y Año Nuevo en la que la emoción por la Navidad ya pasó y todos estamos esperando que termine el año de una vez. En esta entrada, junto con el final del año 2016 también quería darle un final a este blog que me acompañó durante el maravilloso año que fue mi intercambio en Austria. Para eso, voy a hacer una lista con los momentos puntuales más inolvidables que pasé en mi año. Son aproximadamente uno por cada mes que estuve allá:


  • Cuando fui junto con Sara al picnic organizado por YFU Austria a orillas del Danubio. Hacía un calor muy fuerte pero igual la pasé muy bien. En este picnic comí hasta llenarme y charlé con un montón de gente muy copada, además de que fue mi primer día completo en Austria y la primera vez que estuve en contacto con tanta gente de tantos países distintos. Por suerte, no fue la última.



  • Cuando cené por primera vez con mi familia anfitriona. Me acuerdo que en esos días no entendía nada de las conversaciones que tenían entre ellos y me preguntaba si algún día sería capaz de entenderlas. Por suerte me hablaban en inglés. Estaba muy nervioso y lo único que quería era caerles bien, lo cual aparentemente logré, porque no amenazaron con echarme de la casa en ningún momento ;). También rescato de este mes mi primer día de clases. Los sentimientos fueron los mismos: no entiendo nada, quiero caerles bien.

  • Cuando patiné sobre hielo por primera vez. Si bien fui horrible, me sentí genial. Era una de las primeras cosas que pude tachar de mi lista mental de cosas que hacer en Austria. Me acuerdo que fue en Viena, junto con Sara y unos amigos estudiantes también, de Canadá y Hungría. El conocer personas de todo el mundo y hacer cosas que jamás hubiera esperado hacer en Uruguay son las dos cosas que más me gustaron de mi año, por lo que esta primera vez sobre hielo fue un momento inolvidable.




  • Cuando con una amiga de Canadá fuimos a una fiesta de Halloween pero le erramos de lugar y terminamos en un baile gay. Al llegar estaba todo normal: gente bailando disfrazada, música, etc. Luego noté que habían muchos hombres disfrazados de mujer, lo cual no me extrañó en el momento porque eso se ve en todos lados. Solo cuando vi a un hombre subir y bajar escaleras corriendo con una maestría impecable portando unos tacos de más de veinte centímetros, es que noté que algo raro había. Además, el amigo con el que habíamos quedado no estaba en ningún lado. Después de preguntar un par de cosas, nos dimos cuenta que la fiesta en la que creíamos estar estaba en otro edificio a la vuelta de la esquina y que donde estábamos era, en realidad, una fiesta gay. Recuerdo lo enojado que estaba esa noche. Para colmo, perdí el tren y tuve que esperar una hora hasta las dos de la mañana. De todas formas, al día siguiente ya me causaba risa pensar en eso.

Wide Eyed OMG
Mi reacción fue más o menos así


  • Cuando vi la nieve por primera vez. Me puse botas, campera y salí de casa. No había tanta, pero me dio para hacer bolas y escribir mi nombre. Unas semanas más tarde me terminaría hartando de la nieve, pero en noviembre todo era lindo, blanco y mágico. 




  • Cuando me subí a una calesita en el mercado navideño de Innsbruck. Los mercados navideños en general fueron geniales, pero el de Innsbruck fue el mejor. No solo porque fue el más grande, sino porque me dio la posibilidad de subirme a una calesita por un euro. Una ganga.




  • Cuando jugué al Chancho va con mis primos el 25 de diciembre. Esa tarde conocí a mi "familia materna" de Austria y me cayeron todos muy bien. Mejor me cayeron cuando me dejaron enseñarles a jugar al fantástico juego de cartas cargado de violencia y adrenalina que es el Chancho va en lugar de seguir jugando su aburrida versión del juego, llamada Esel o burro en español.

  • Cuando tuve que correr por Feldkirch a la una de la mañana de un primero de enero con las calles llenas de hielo para no perder el tren a casa. Había tenido una "fiesta" de Año Nuevo en lo de una amiga que se emborrachó hasta el punto de no poderse levantar. Como ella era la encargada de mostrarme el camino a la parada de ómnibus, tuve que andar, GPS en mano corriendo para llegar a tiempo a la parada. Para peor, el ómnibus era un nocturno, por lo que mi tarjeta de transporte público no servía: debía pagar en efectivo con dinero que no tenía. Cuando me estaban a punto de bajar, un señor se ve que sintió lástima de mí y me pagó el boleto. Yo llamo a esto un milagro de año nuevo. 

  • Cuando estaba yendo a casa luego del baile de graduación de mi liceo. En ese baile la pasé bien como pocas veces lo había pasado. Conocí a mis amigos mucho mejor y en el tren de regreso me sentí muy bien conmigo, con el nuevo año, con mi intercambio y con todo en general. Ese optimismo momentáneo que me dio se sintió muy bien, y fue solo un preludio de lo que fue la segunda mitad de mi intercambio, y sin dudas, la mejor. 




  • Cuando me subí a un trineo por primera vez. Realmente subestimé a los trineos. Me subí en compañía de Annika y cuando empezó a aumentar la velocidad, me asusté, me tranqué y los dos salimos volando. Con un poco más de práctica logré hacerlo de manera más o menos decente y filmarlo

  • Cuando nos enseñaron a bailar Schuhplattler (un baile tradicional) durante la orientación de mitad de año. No hay nada más divertido que ver a cincuenta no-austríacos intentando aprender una danza típica austríaca. Aparte una danza que incluye saltar, golpearse los pies, talones, rodillas y chillar. Me divertí mucho haciendo el ridículo, como siempre.




  • Cuando viajamos a España con mi clase y en el trayecto en ómnibus hacia el hotel miré por la ventana todos los carteles y publicidades escritas en español. Después de tantos meses en Austria sin mucho contacto con el español, el ver letreros, señales y carteles escritos en mi lengua materna fue algo bastante raro de ver. 

  • Cuando me subí a mi última montaña rusa en el Efteling. El Efteling es un parque de diversiones en Holanda al que fui junto con mi familia en Pascuas, y en donde me subí a una montaña rusa de verdad por primera vez, pero de la que no me voy a olvidar es la última a la que me subí aquel día: La pitón. Esa fue por lejos mi montaña rusa favorita, más que nada porque a esas alturas ya me había acostumbrado a como se sentía estar en una, por lo que pude disfrutarla más. En el viaje se hacen dos vueltas de 360 grados en las cuales mantuve los ojos abiertos y fue genial poder ver el mundo dado vuelta por unos segundos.

Esta es la pitón o Python. 


  • Cuando me despertaron el día de mi cumpleaños tirándome serpentina en la cabeza. Después me levanté y cuando llegué al living me econtré con la mesa decorada y llena de regalos envueltos por ellos mismos. Después de abrir todos los regalos, desayunamos con mi postre austríaco favorito: Sachertorte. Fue un gesto muy lindo de su parte y me encantó ver como se esforzaron tanto para hacerme pasar un buen cumpleaños (con éxito).

  • Cuando vi por última vez a muchos de mis amigos de intercambio al final de la última orientación. Esa fue la última vez que los tuve (y tendré) a todos juntos en el mismo lugar, por lo que me puso triste decirles adiós. Por suerte, en YFU Austria tuvieron una idea muy tierna, que consistió en escribirnos cartitas los unos a los otros durante el fin de semana y dejarlas en sobres con nuestros nombres. En el tren de camino a Vorarlberg leí lo que me habían escrito y me sentí mejor/peor.  




  • Cuando vi a Elisa en Viena. Elisa es una amiga de Uruguay que está haciendo su intercambio con EF (traidora) y que fue a Viena a principios de junio. Junto con Sara fuimos a buscarla a la estación de trenes y pasamos un fin de semana turisteando. El momento en el que la ví fue ra-rísimo. Es como que mi cerebro no lograba combinar una cara de mi vida en Uruguay con el entorno de mi vida en Austria. Luego de hablar con ella con un rato, la sensación se fue y pasé un fin de semana muy divertido con ella y con Sara.



  • Cuando vi en Milán una estatua de Garibaldi en la que decía Montevideo. Me acuerdo que cuando lo vi quedé como “¿eh? No entendí” y hasta le saqué una foto porque no sabía cómo había llegado el nombre de una ciudad de Uruguay a una estatua en Milán. Fue muy gracioso. Después de buscar en internet un poco, descubrí que Garibaldi no sólo había luchado en Italia, sino que también vivió en Montevideo desde 1841 hasta 1848. 




  • Cuando me tuve que despedir de Karolin, una de mis amigas más cercanas que también estaba de intercambio. Ella se fue de regreso un poco antes que el resto de nosotros, así que para despedirla salimos  a bailar. Cuando el baile terminó y todos nos separamos para irnos, nos tuvimos que despedir con la incertidumbre de saber cuándo nos veríamos de nuevo. Fue la primera despedida difícil que tuve, y me sirvió de práctica para todas las demás que vinieron después.

dramatic
Últimos días de intercambio y vos tipo


  • Cuando tuve que despedirme de… todo. No sólo de mis otros amigos de intercambio, sino también de mis amigos del liceo, mi familia y mi vida en Austria. Lo peor de esto fue saber que nunca nada volvería a ser igual, pues aunque volviera, lo iba a hacer como un visitante, lo que iba a hacer todo muy diferente. Acá repito lo que ya escribí en otra entrada: Cuando uno elige hacer un intercambio, elige vivir con relaciones a distancia el resto de su vida: primero con las personas del propio país de uno, y luego del intercambio con todas las personas que significaron algo, tanto del país al que se fue como de otros. Yo siento que una parte de mí quedó en Austria, otra se fue a Estonia, otra a Suecia, otra a Canadá, otras a otros lados y una última se vino conmigo a Uruguay. Espero algún día poder juntar todas esas partes de nuevo. 





Estoy muy feliz y muy agradecido por la gran experiencia que fue haber podido vivir en otro país por un año. Aprendí, crecí y cambié mucho. De este año me llevo recuerdos, experiencias, historias y personas que no se van a ir nunca. Gracias también a ustedes por haberme leído por este tiempo :D 

Saludos, Emiliano

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